Leto era hija de Febe y Ceo y junto a su hermana Asteria,
eran veneradas como diosas como diosas de la noche. Según la mitología griega,
Zeus se interesó por la hermana de Leto intentando por todos los medios
seducirla. No obstante, Asteria le rechazaba una y otra vez. Finalmente,
desesperada por la insistencia del Dios, Asteria decidió escapar convirtiéndose
en codorniz y arrojándose al mar. Allí se transformaría en la Isla Ortigia.
En ese momento, el caprichoso Zeus decidió interesarse por
Leto, la inocente diosa que finalmente caería a sus pies, quedando embarazada
de este.
El problema es que Hera, la esposa de Zeus, se enteró de su
embarazo y los celos le perturbaron. Prohibió que se le diera refugio en ningún
lugar, así Leto no podría tener a los vástagos de su esposo. No obstante, la
desdichada diosa finalmente encontraría refugio en Ortigia, la isla en la que
se había convertido su hermana. No obstante, su calvario no había hecho más que
empezar.
Hera habló con la diosa de los alumbramientos Llitía, y le
pidió que impidiera el parto. Así, la pobre Leto sufrió durante nueve días
interminables dolores de parto.
Finalmente, el resto de los dioses escucharon sus súplicas y
decidieron hacer que Artemisa, uno de los dos hijos que esperaba, naciera
rápidamente, alcanzara la edad adulta y pudiera ayudar a su madre en el
alumbramiento de Apolo, el segundo de los mellizos.
La diosa Artemisa quedaría tan impresionada por el
sufrimiento de su madre que decidió
desde ese momento permanecer virgen hasta el resto de lo días.
Los hijos de Leto se convirtieron en ese momento en sus
mayores defensores. Protegieron a su madre frente a los ataques de Hera, que
nunca cesaría en su afán por terminar con la amante de su esposo.
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