Después de ser seducida por Zeus, Sémele, princesa de Tebas,
quedó encinta. Hera descubrió la nueva infidelidad de su esposo y, como era
habitual en los mitos clásicos, decidió cobrarse su venganza en la figura del
amante. La diosa se hizo pasar por una sirvienta de Sémele y la convenció de
que pidiera a Zeus que, como prueba de su amor verdadero, se presentase ante
ella en el apogeo de su esplendor, sin cubrirse con disfraces ni
transformaciones mortales. Sémele, engañada por Hera, hizo que Zeus jurara por
la laguna Estigia que le concedería cualquier petición que ella le hiciera. El
dios accedió, sin darse cuenta de que aquel juramento supondría la muerte de su
amada. Sémele le pidió al dios que se presentara ante ella en su verdadera
forma, y Zeus, obligado por el juramento, tuvo que acceder. La luz que
irradiaba el dios abrasó a la joven Sémele, que murió al instante. Para evitar
que el hijo que la princesa albergaba en su interior corriera la misma suerte,
Zeus tomó el feto y lo cosió a su propia pantorrilla, de modo que terminara la
gestación en su propio cuerpo. Meses después nació un bebé que recibió el
nombre de Dioniso, “el nacido dos veces”.
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