Io era una princesa, hija del rey Argos, que había sido
seducida por Zeus. En uno de sus encuentros sexuales, Hera estuvo a punto de
descubrir en pleno de adulterio de su esposo. Sin embargo, en el último
instante, Zeus convirtió a Io en una ternera blanca. Sospechando del engaño de
su esposo, Hera pidió a Zeus que le regalase el animal como prueba de
fidelidad, petición a la que el dios no pudo negarse. Hera recluyó a la
princesa transformada en ternera en una gruta donde Zeus no pudiera encontrase con
ella, y para defender la entrada de la cueva pidió al monstruo Argos , una
criatura con cien ojos, que la vigilara día y noche. Tiempo después, Zeus
localizó a la joven y pidió a su hijo Hermes que acabara con el monstruo Argos.
El dios mensajero cumplió su misión y liberó a la joven después de acabar con
la vida de la bestia. Cuando Hera descubrió el cuerpo de Argos decidió premiar
su fidelidad convirtiendo sus múltiples ojos en el adorno de la cola de su
animal sagrado, el pavo real.
La cólera de Hera contra la princesa Io no terminó con la
muerte de Argos. Resignada a no poder tenerla en cautiviero, Hera envió un
enorme tábano para que atormentara día y noche a la ternera. Desesperada, Io inició un peregrinaje por las costas del
Mediterráneo tratando de escapar de las picaduras del tábano. En su largo
camino, Io sufrió todo tipo de penalidades, hasta llegar a Egipto, donde se
convirtió en la sacerdotisa de la diosa Isis.
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